EL APOCALIPSIS
DE JUAN
Autor: El apóstol Juan
FECHA: 70–95 D.C.
TEMA: EL SEÑOR NUESTRO DIOS TODOPODEROSO REINA
PALABRAS CLAVE: TRONO, CORDERO, VENCERÁS, SIETE, YO VI
Autor
Cuatro veces el autor se refiere a sí
mismo como Juan (1.1, 4, 9; 22.8). Era tan conocido y su autoridad espiritual
estaba tan bien establecida entre sus lectores que no necesitó citar sus
credenciales. Desde muy temprano en la historia de la Iglesia se atribuye
unánimemente este libro al apóstol Juan.
Trasfondo
y fecha
La evidencia interna demuestra que el
Apocalipsis fue escrito en una época de extrema persecución contra los
cristianos, la cual posiblemente fue iniciada por Nerón, tras el gran incendio
que casi destruye a Roma en julio del año 64 d.C., y continuó hasta su suicidio
en el 68 d.C. Según este punto de vista, el libro habría sido escrito antes de
la destrucción de Jerusalén en septiembre del año 70 d.C, y es una auténtica
profecía sobre los continuos sufrimientos y persecución de los cristianos, que
se haría más intensa y severa en los años por venir. Sobre la base de
afirmaciones dispersas de los padres de la Iglesia, algunos comentaristas
fechan el libro en la etapa final del reinado de Domiciano (81–96 d.C), tras la
fuga de Juan a Éfeso.
Ocasión
y propósito
Bajo la inspiración del Espíritu y del
Antiguo Testamento, Juan no tenía dudas de estar reflejando los horribles
acontecimientos ocurridos tanto en Roma como en Jerusalén, cuando proclamaba
«la profecía» sobre lo que parecía inminente: la intensificación de la guerra
espiritual contra la Iglesia (1.3) por parte de un estado anticristiano y por
numerosas religiones anticristianas. El propósito de este mensaje era
proporcionar aliento pastoral a los perseguidos, fortaleciendo, invocando y
proclamando la seguridad y certeza de la esperanza, junto a la confianza de que
en Cristo ellos compartían el poder soberano de Dios para vencer completamente
a las fuerzas del mal en todas sus manifestaciones. El Apocalipsis es también
una apelación evangélica para aquellos que en el presente viven en el reino de
las tinieblas, a fin de que entren en el reino de luz (22.17).
Contenido
El mensaje central del Apocalipsis es
que «el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina»(19.6). Este tema ha sido
confirmado en la historia por la victoria del Cordero, quien es«Señor de
señores y Rey de reyes» (17.14).
Así,
aquellos que siguen al Cordero están envueltos en un continuo conflicto
espiritual,
y el Apocalipsis ofrece una visión más profunda de la naturaleza y
tácticas
del enemigo (Ef 6.10–12). El dragón, frustrado por su derrota en la cruz, y las
consiguientes restricciones impuestas a su actividad, y desesperado por torcer
los propósitos de Dios antes de su inevitable caída, desarrolla una triple
contraofensiva «para hacer guerra» a los santos (12.17). La primera «bestia» o
monstruo simboliza la realidad de un gobierno y un poder político anticristiano
(13.1–10, 13); y la
segunda,
una religión, filosofía e ideología anticristiana (13.11–17). Juntas dan lugar,
en última instancia, a una sociedad seductora y falsa, a una economía y cultura
secular anticristiana: la corrupta Babilonia (caps. 17 y 18), compuesta por
aquellos «que habitan la tierra». Estos llevan «la marca» de la bestia, y sus
nombres no están registrados en «el libro de la vida del Cordero». El dragón
delega continuamente sus restringidos poderes y autoridad a los monstruos y sus
seguidores, para así engañar y desalentar a cualquiera del propósito creador y
redentor de Dios.
NOTA:
Si no ha leído todavía el artículo: «Al estudiar el libro de Apocalipsis», que
precede inmediatamente a esta introducción, es importante que lo haga a fin de
que se le facilite el uso de este material auxiliar.
Aplicación personal
Dios ha creado el orden de la
comunidad; esto es, el matrimonio y la familia, la actividad económica, el
gobierno y el estado (véanse Ro 13.1–7; 1 Ti 2.1, 2). Satanás, incapaz de crear
cualquier cosa, tienta a otros para distorsionar y utilizar mal lo que Dios ha
creado. Los cristianos deben distinguir cuándo un gobierno está funcionando
«bajo» la autoridad divina o «como» la autoridad divina. Si se trata de lo
segundo, los cristianos deben orar, resistir con valentía y aceptar
pacientemente las consecuencias de obedecer al Dios cuya imagen y sello llevan
consigo (Mc 12.16, 17; Hch 4.19). Deben hacerlo en la confianza de que después
de su victorioso sufrimiento reinarán con el Señor.
Detrás
de las apariencias de pompa y poder del mundo, está la realidad de la
absoluta
soberanía del Señor, el Cordero que garantiza la derrota final del pecado y el
mal. Dios utiliza todas las fuerzas del mal, todas las consecuencias del
pecado, aun el sufrimiento de sus santos, para alcanzar sus propósitos. Los
creyentes que padecen persecución deben saber que sus sufrimientos no son
inútiles, y que al final serán reivindicados. El principal manantial de la
esperanza y el valor cristianos es la certeza de que el enemigo ha sido
derrotado y ha caído, que los seguidores del Cordero no están peleando una
causa perdida. ¡Él ya ha vencido, por lo que ellos pueden ser y serán
vencedores!
La forma literaria
Después de un prefacio, el Apocalipsis
comienza (1.4–7) y termina (22.21) como una típica carta del Nuevo Testamento.
Aunque el libro contiene siete cartas dirigidas a siete iglesias del Asia
Menor, todo creyente debe «escuchar» el mensaje dirigido a cada una de esas
iglesias (2.7, 11, 17, 29; 3.6, 13, 22), así como el mensaje del libro completo
(1.3; 22.16), para que puedan obedecerlo (1.3; 22.9). Dentro de esta carta está
«la profecía» (1.3; 10.11; 19.10; 22.6, 7, 10, 18, 19). De acuerdo con Pablo,
«el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y
consolación» (1 Co 14.3). El profeta habla la Palabra de Dios como un llamado a
la obediencia en el presente y las situaciones del futuro inmediato, a la luz
del futuro último. Esta profecía no sería sellada (22.10) porque posee
relevancia para los cristianos de todas las generaciones.
Método de comunicación
Juan recibió estas profecías por medio
de una serie de visiones que contenían imágenes simbólicas y números que
recuerdan aquellos que se hallan en los libros proféticos del Antiguo
Testamento. Recogió estas visiones posiblemente en el orden cronológico que las
recibió, muchas de ellas como cuadros de los mismos acontecimientos desde
diferentes perspectivas. No ofrece, sin embargo, el orden cronológico en que
deben ocurrir los acontecimientos históricos. Por ejemplo, Jesús nace en el
capítulo 12 y es exaltado en el capítulo 5, mientras recorre sus iglesias en el
capítulo 1. La bestia que ataca a los dos testigos en el capítulo 11, no hace
su aparición sino hasta el capítulo 13 Juan recoge una serie de visiones
consecutivas, no una serie de acontecimientos consecutivos.
.
El
Apocalipsis es un espectáculo cósmico: una serie elaborada de lienzos a color,
acompañada e interpretada por voces y cantantes celestiales. La palabra hablada
es una prosa de altura, más poética de lo que indican nuestras traducciones. La
música es similar a una cantata. Se introducen sucesivamente temas que después
se reintroducen, desarrollan y combinan con otros temas. Todo el mensaje es una
«revelación» (1.1). Esto es una clave para la comprensión de las visiones, las
cuales contienen un lenguaje figurado que pone de manifiesto las realidades
espirituales dentro y detrás de la historia. Las señales y los símbolos son
esenciales porque la verdad espiritual y la realidad invisible hay que
comunicarlas a los seres humanos por medio de los sentidos. Los símbolos
apuntan a lo que en última instancia es indescriptible. Por ejemplo, el relato
de las langostas demoníacas del abismo (9.1–12) crean una vívida y horripilante
impresión, aunque no se pretenda interpretar los pequeños detalles.
Cristo revelado
Casi todos los términos empleados en el
Nuevo Testamento para describir la naturaleza divina y humana de Jesús, y su
obra redentora, se mencionan por lo menos una vez en el Apocalipsis. Esos
términos, junto con otras muchas expresiones, nos ofrecen la única revelación
multidimensional del lugar que ocupa el ministerio constante y la victoria
final del Cristo exaltado.
Aun
cuando el libro ofrece un condensado resumen del ministerio terrenal de Jesús,
desde su encarnación hasta la ascensión en 12.5, el Apocalipsis asegura que el
Hijo de Dios, como el Cordero, ha completado totalmente su obra redentora (1.5,
6). Por su sangre los pecadores han sido perdonados, limpiados (5.6, 9; 7.14;
12.11), iberados (1.5), y hechos reyes y sacerdotes (1.6; 5.10). Todas las
manifestaciones que siguen a su anunciada victoria se basan en la obra
finalizada en la cruz; por lo tanto, Satanás ha sido derrotado (12.7–12) y
atado (20.1–3). Jesús, levantado de entre los muertos, es entronizado como
soberano absoluto sobre toda la creación (1.5; 2.27). Él es «Rey de reyes y
Señor de señores» (17.14; 19.16), y recibe las mismas muestras de adoración que
el Dios creador (5.12–14).
El
único que es «digno» de realizar el eterno propósito de Dios es el «León de
Judá», quien no es un Mesías político, sino el Cordero sacrificado (5.5, 6).
«El Cordero» es su título principal, utilizado veintiocho veces en el
Apocalipsis. Como un conquistador, el Cordero tiene la autoridad y el poder de
controlar todas las fuerzas del mal y sus consecuencias, subordinándolas a sus
propósitos de juicio y salvación(6.1–7.17). El Cordero está sobre el trono
(4.1–5.14; 22.3).
El
Cordero, como «uno semejante al Hijo del Hombre», siempre está en medio de su
pueblo (1.9–3.22; 14.1), cuyos nombres están escritos en su libro de la vida
(3.5; 21.27). Él los conoce íntimamente, y con su inconmensurable y santo amor
los vigila, protege, disciplina y reta. Ellos comparten su victoria presente y
futura (17.14; 19.11–16; 21.1–22.5), así como su presente y futuro «banquete de
bodas» (19.7–9; 21.2). Él permanece en ellos (1.13), y ellos en Él (21.22).
Como
«uno semejante al Hijo del Hombre», es también el Señor de la cosecha final(14.14–20).
Él derramó su ira en juicio sobre Satanás (20.10), sus aliados (19.20; 20.14),
y los que están espiritualmente «muertos» (20.12, 15), todos los que «moran
sobre la tierra» (3.10).
El
Cordero es el Dios que viene (1.7, 8; 11.17; 22.7, 20) a consumar su plan
eterno, a completar la creación de la nueva comunidad de creyentes en «un nuevo
cielo y una nueva tierra» (21.1) y a restaurar las bendiciones del paraíso de
Dios (22.2–5). El Cordero es la meta de toda la historia (22.13).
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