¿Tiene usted las manos limpias? ¿Quién podrá estar en pie? - Ministerio Sana Doctrina

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viernes, 1 de marzo de 2013

¿Tiene usted las manos limpias? ¿Quién podrá estar en pie?


¿Tiene usted las manos limpias? ¿Quién podrá estar en pie?
¿Tiene usted las manos limpias?
Muchas veces he oído decir a la gente: "¡Yo no he hecho nada!'' Obviamente, es la respuesta normal que esperamos cuando le preguntamos a las personas acerca de su relación con Dios y con Cristo. Como no han robado nada y no le han ocasionado mal a nadie, ni tampoco se han emborrachado, creen que no han hecho nada que pudiera ofender al justo y santo Dios.
Esta afirmación no es cierta, ellos han hecho algo. Tal vez no han cometido ningún delito grave, de los que hasta los ateos condenarían, pero tampoco pueden cumplir con las expectativas que Dios tiene de nosotros y dejó perpetuadas en su sagrada Palabra. La Biblia dice claramente en Romanos 3:23: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios''.
La afirmación: "Yo no he hecho nada'' no es cierta, sino una triste confesión, pues no hacer nada significa, sin duda, hacer algo. Para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de ellos, Dios "ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna'' (Juan 3:16).
Cuando frente a un regalo tan grande no se hace nada, significa, de todas maneras, que algo se está haciendo.
Si yo le envío un presente costoso, y usted se niega a recibirlo de la mano de quien se lo ha llevado hasta su casa, ¿se puede decir que usted no ha hecho nada? ¿Acaso no ha despreciado mi regalo, rehusado mi amistad y ofendido mi persona?
El regalo más costoso que existe es la dádiva del Hijo de Dios, Jesucristo. Él vino "a buscar y a salvar lo que se había perdido'' (Lucas 19:10). Él viene ahora y le está buscando, Jesús quiere salvarle. Si usted no hace nada, de todas maneras está haciendo algo, usted se está negando a aceptar el mayor de todos los regalos. Lo está rechazando, y con ello ofende y niega al mayor de todos los dadores.
Si hacemos esto, traeremos sobre nosotros una justa retribución. La Palabra de Dios dice en Hebreos 1:1-2 y 2:1: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos''.
Los dichos de Dios, a través de su Hijo, son muy serios y de suma importancia. Si no queremos escuchar su palabra, es que estamos endurecidos. Es por eso que continúa diciendo: "Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?'' (Hebreos 2:2-3). ¡No podremos escapar!
Es algo muy serio que ante una oportunidad tan grande no hagamos nada, sigamos de largo sin prestar atención, o continuemos soñando. Implicará una pérdida irremediable, un arrepentimiento perpetuo. Por eso, le ruego: ¡Haga algo! Haga que Jesucristo reciba el primer lugar en su vida. Confíe en él como su Salvador, sírvale como su Señor.
Y cuando haya hecho eso, deberá hacer una cosa más. Usted se deberá mostrar abiertamente partidario de él. En una de las guerras en Escocia, una anciana vio cuando un grupo de soldados marchó frente a su puerta. Con gran entusiasmo, aquella anciana cargó la escoba al hombro y los siguió en su marcha. Alguien le dijo: "Con esa escoba no podrá hacer nada''. "¡Oh claro que puedo!'' respondió ella, "¡puedo demostrar de qué lado estoy!''.
¡Yo también puedo mostrar de qué lado estoy, y quiero hacerlo! Si he aceptado a Jesucristo como mi Salvador, quiero compartirlo con una persona perdida, quiero orar con una pobre viuda, quiero confesar a Cristo ante un mundo insensible. ¡Quiero hacer algo! Dios nos ayude, a usted y a mí, a hacerlo realmente.
¿Quién podrá estar en pie?
Esta pregunta leemos en Malaquías 3:2:
"Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores''.
¿Quién podrá estar en pie? Esta es la pregunta más urgente que nos debemos formular. Con demasiado gusto elegimos aquellas palabras de la Biblia que nos convienen, nos consuelan y nos alientan. En determinadas circunstancias es totalmente legítimo. Pero, no miramos con mucho agrado aquellas palabras que evidencian una advertencia. Junto al amor, la misericordia y la paciencia de Dios, también está su santidad y justicia y la realidad del muy inminente regreso de Jesús, ya sea para salvación o para condenación.
La primera iglesia de Jesús en Jerusalén, que en un principio estaba integrada únicamente por judíos, vivía con la esperanza de Su pronto regreso. Esta esperanza la mantuvo alerta y viva. Muchos creyentes aún se acordaban de estas palabras de Jesús: "Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras'' (Mateo 16:27) O de estas otras: "Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis'' (Mateo 24:44).
Transcurrieron ya aproximadamente 2000 años, y la Iglesia aún sigue esperando ansiosa que su Señor la venga a buscar. Algunos cristianos se entibiaron y fueron seducidos, y a algunos les falta el aceite del Espíritu Santo. Los escarnecedores hasta llegan a afirmar que la esperanza del regreso de Jesús es una Fata Morgana (un espejismo) y una manera de atemorizar a la gente, pues nada de ello se puede comprobar: "… ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación'' (2 Pedro 3:4). Se presta atención a cuanta cosa sea posible, menos a las infalibles palabras de Jesús: "Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz'' (Juan 18:37). Y, realmente, en la Biblia se puede oír su voz. Pero, Satanás tiene más de una artimaña preparada para desviar a las personas de la verdad, tal como dice en 2 Tesalonicenses 2:9-11: "inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira''. En Romanos 1:22 leemos: "Profesando ser sabios, se hicieron necios''.
El tiempo del advenimiento de Jesús se acerca más y más. Por eso, y según leemos en Santiago 5:7, esperémoslo con corazones fervientes y preparémonos para nuestro encuentro con el Señor: "Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor…'' El que pertenece a la verdadera Iglesia de Cristo, se aprontará y esperará con entusiasmo Su regreso, ya sea que lo experimente por medio de la muerte o del arrebatamiento. En Hebreos 9:28 leemos: "así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.'' Pero, aquellos que tengan que presentarse ante Dios sin la protección de la sangre de Jesús, experimentarán angustia y desesperación. Pues en ellos se cumplirá lo que Jesús había predicho: "Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos'' (Lucas 23:30). Las personas aún se burlan: "¿dónde está el Dios de justicia?'' (Malaquías 2:17). Pedro responde: "sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio'' (2 Pedro 2:9).
Que el "fuego purificador'' y "el jabón de lavadores'' puedan hacer en nosotros la obra de preparación. Pues sería devastador tener que enfrentar a Jesús en el día de Su regreso con nuestras ropas manchadas. Sólo si hemos sido limpiados y santificados por medio de Su sangre podremos ir a Su encuentro colmados de júbilo. Tomemos en serio sus advertencias: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir'' (Mateo 25:13). "al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén''.

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